En la actualidad, estudiar desde casa se ha convertido en una pesadilla para muchos estudiantes por las distintas distracciones, como la falta de privacidad, el ruido o la ausencia del inmobiliario. Esto puede representar obstáculos al momento de la productividad y de la concentración del estudiante para conservar un buen rendimiento académico.
Al reconocer estas dificultades, se crearon espacios para dar una solución práctica y accesible. Y es que estudiar en un coworking ofrece beneficios evidentes para los estudiantes; por ejemplo, internet de alta velocidad, mobiliario ergonómico y oficinas compartidas para tener mayor enfoque.
Además, estos espacios cuentan con herramientas de ofimática para crear tareas, investigaciones y proyectos auténticos. Entre las más utilizadas en la actualidad, están el comprobador de plagio y ChatGPT, especialmente, para investigaciones y para redacciones constantes.
El coworking fue diseñado para facilitar el trabajo intelectual de los estudiantes ofreciendo las condiciones óptimas. Esto es posible gracias a la iluminación adecuada, a la buena ventilación, a los espacios silenciosos, a las bibliotecas y a las zonas para el descanso.
Cada una de estas comodidades están pensadas para mantener el foco y para evitar distracciones innecesarias; asimismo, el coworking elimina los factores externos, lo que permite al estudiante marcar el inicio o el fin durante sus jornadas académicas, reforzando sus hábitos estructurados.
Los espacios de coworking no están limitados, únicamente, para ofrecer un lugar cómodo, sino para lograr un entorno óptimo para el desarrollo académico y profesional, lo cual resulta especialmente beneficioso. En muchos de estos espacios, es posible encontrar:
Por otro lado, el valor del coworking no termina en lo material. Estos espacios también fomentan el crecimiento profesional a través de su programación de actividades, como
Las actividades en comunidad ayudan a complementar la formación universitaria. Esto demuestra que el aprendizaje más enriquecido ocurre fuera del aula, donde los conocimientos se intercambian dentro de una comunidad estudiantil con el deseo de desarrollarse de forma espontánea.
Un mito común es que estos espacios son costosos; sin embargo, cada vez más coworkings ofrecen tarifas estudiantiles, con planes por horas o por días, que se ajustan a las necesidades de cada estudiante.
Esta flexibilidad permite que el uso del coworking sea esporádico o estratégico, ya sea en temporada de exámenes o en proyectos finales que requieren de mayor concentración y dedicación.
Además, algunas universidades o bibliotecas públicas han tomado la iniciativa de crear espacios gratuitos al conocer la necesidad del estudiante de mejorar su rendimiento académico.
Estudiar solo durante largos periodos puede generar una sensación de aislamiento. El coworking, aunque promueve el trabajo individual, permite a los estudiantes compartir el ambiente con otras personas en situaciones similares.
Ver a otros concentrados puede ser motivador y la posibilidad de intercambiar ideas en los descansos ayuda a reducir el estrés y fomentar un sentido de comunidad. Este entorno, también, refuerza la separación entre el espacio personal y el académico; al contar con un espacio de estudio fuera de casa, es más fácil desconectarse al finalizar la jornada, lo que evita la sensación de estar, constantemente, en modo productividad.
En definitiva, el coworking ofrece condiciones ideales para el aprendizaje, acceso a recursos, oportunidades de conexión profesional y beneficios emocionales que influyen, directamente, en el bienestar y en el rendimiento académico.